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Un pocast sobre Roma, hecho en China por un alemán

Un pocast sobre Roma, hecho en China por un alemán

Perfil Podcaster@. En Podcaster@s, hace poco, lanzamos el nuevo directorio de productores. ¡Ya contamos con casi 70 miembros de todo el mundo! La idea detrás de este directorio es crear nuevas conexiones entre nosotros y la industria del podcast. Para ir conociéndonos mejor, vamos a estar compartiendo perfiles podcasteros, breves presentaciones de nuestros miembros y los proyectos que están llevando a cabo. El primer perfil es de un productor que se nos unió desde China. ¡Sí, hay podcasts en español hasta en la China! Le pedimos a Abel A. Kay que nos cuente su historia.

Martina Castro, Directora de Podcaster@s

Imagen del podcast El Cuento de Roma. Las cubiertas para cada uno de los episodios son diseñadas por Abel A Kay.

Les cuento cómo llegue a realizar mi podcast en China. Un hobby. Un proyecto de seis años, donde relato la historia de Roma antigua. Bueno, en realidad, sigo a una familia romana durante unos 1000 años y describo los destinos de esa gente. Al mismo tiempo, aparecen cónsules, emperadores, dictadores, gladiadores y mucho más.

La vida me llevó por muchos lugares. La mayoría de las veces no fue a propósito. Cuando emigré de Alemania a la Argentina, a la edad de doce, nunca me imaginé que en dos años hablaría un idioma cuyo nombre ni siquiera había oído antes: el castellano. Y cuando emigré de la Argentina hacia los Estados Unidos no fue porque quise, sino porque la situación económica del país latinoamericano no me dio otra opción razonable. Y como en aquel entonces trabajaba como a bordo de barcos cruceros, elegir Miami como mi próximo hogar fue una decisión más que lógica.

La única movida que hice, digamos “a pura conciencia” fue mi partida desde los EE.UU. hacia oriente. Ya retirado y habiendo prosperado en los años del boom del Internet, finalmente me pude dar el lujo de perseguir una de las dos pasiones de mi vida: China.

La otra pasión siempre fue escribir, pero a su vez, siempre me consideré demasiado inexperto para hacerlo. –Tienes que crecer, primero. Vivir y ver cosas– me decía a mí mismo –¡Eres demasiado joven! –

Así, el tema de escribir siempre se iba posponiendo, como aquellos troncos de madera que rodaban debajo de las piedras gigantes que formarían parte de las pirámides. Cuando ese tronco llegaba al extremo trasero de una serie de troncos, se trasladaba hacia adelante, lo volvían a poner al frente, bajo la esa misma piedra. ¡Que siga girando!

Pero, mientras posponía esa pasión, estudiaba acerca de ella: escritura creativa, voces, formas de prosa, tiempos, cómo dividir una novela, nunca empezar un relato demasiado temprano. El arco de un relato, que ya les era conocido a los antiguos griegos: comienzo, medio y desenlace. Cómo crear una historia secundaria, que rellene la historia principal, sin robarle las luces del escenario a ese tema y sin que sea innecesaria.

Cuando, al final de cuentas, me puse a escribir –después de haber elegido todos los escenarios de mi primera súper novela (¿Qué escritor no cree que su primera novela romperá con todos los cielos rasos?)– me tuve que enfrentar a una dura realidad. Simplemente no poseía suficientes datos para mi novela. Y eso, sin ninguna duda, me llevaría al desastre.

Mi novela se sitúa en el segundo siglo después de Cristo, entre cuatro locaciones. Los personajes de la novela se mueven entre: Roma, Alejandría, la ciudad griega de Corinto y una isla muy remota, en el medio del Mar Rojo.

La historia en sí, trata sobre una niña que fue abandonada en una isla y terminó siendo una de las personas de increíble poder detrás de las cortinas, en los días del asesinato del emperador Cómodo.

Toda historia debe tener su propio mensaje –a veces, un tanto escondido dentro del relato mismo– el que oculto no es Roma o esos lugares de poder dentro de los palacios romanos, más bien, escondo sentimientos. Así es. Quiero prestar más atención a los sentimientos de una persona, hombre o mujer, que sabe que está a punto de hacer algo de lo que puede arrepentirse por toda su vida. Y, si esa persona ha sido salvada y educada a una muy temprana edad, por cristianos de la época, la conciencia de esa persona, pues, ¡arderá mucho más! Escrita en inglés, esa novela se llama Blue Lotus. El manuscrito está bajo mi escritorio y la verdad es que no sé si algún día la publicaré.

Volviendo al tema de mi dilema, me di cuenta de que el problema de mi libro no era de índole creativo, sino de índole de research. Por supuesto que no hubiese creado errores tales como “y entonces el emperador agarró su iPhone y llamó al senador”, pero errores más sutiles, de las vidas cotidianas de aquella gente, abundaban.

Me puse a buscar podcasts que hablasen del tema que yo necesitaba. Roma antigua, pero con un foco tanto en la parte histórica como en la de quehaceres diarios, qué hacía la gente. Y fue ahí que me di cuenta de que tal podcast –como yo lo quería– no existía. Nació una idea.

Después de un año entero de introspección, empecé a aprender una profesión enteramente nueva. Como un programador retirado, todo lo que tiene que ver con medios sociales, Internet, la publicación de páginas, sitios, aplicaciones y demás, me eran más que conocidos. Yo hice aplicaciones para Facebook, y muchos otros, allá en los 2000. Sin embargo, temas como grabar episodios, transformar un audio a un MP3, crear mis propias plantillas para sonidos, crear mi propia música, me eran nuevos. Yo jamás había oído acerca de iVoox. Nunca le había prestado atención a los podcasts en sí, como una herramienta para divulgar un tema, o una pasión. Todo esto cambió.

Ahora me encuentro en el medio del puente: entre hacer un podcast porque no encontré el podcast que buscaba y dedicarme a divulgar este cuento, El Cuento de Roma, como el foco principal de mi misión.

Ni siquiera necesito mencionar que lo primero que hice, antes de darle un título a mi podcast, fue asegurarme, que los dominios web, tanto para El Cuento de Roma como para The Tale of Rome, estuviesen disponibles. Estuvieron. Los compré. “Veni — Vidi — Vici”, como dijo Julio César.

Página web del podcast en chino.

Y bueno, lo demás es historia… Llevo más de un millón de palabras escritas, entre mis episodios en inglés, castellano y chino. China se presta muchísimo para podcasts. Es un mercado vigoroso, lleno de energía. Si bien sólo un 5% de chinos entienden inglés suficientemente bien, los resultados son increíbles.

Descubrí que escribir no debe ser meterse en una isla remota y apagar el celular por un mes, hasta haber terminado con la novela. Tampoco es perder noches y noches tragando café de a litros hasta que un manuscrito salga a la luz. Escribir un podcast es como escribir; la única diferencia es que, en vez de 60 mil palabras de un solo saque, escribo 6 mil ó 7 mil palabras por semana y los publico, son episodios semanales de unos 20 minutos cada uno. Es casi como comprar una casa, en cómodas cuotas mensuales, con la ventaja, de que a medida que voy pagando esas cuotas, ya la gente me viene enviando mensajes de aprecio, gratitud y cálidos saludos.

¡Vaya vida! Nací en el año del dragón. A lo mejor, eso me da suerte. Disfruto de esto, más de lo que jamás me hubiera imaginado.


Abel A. Kay. Nací en Alemania cuando se llamaba Alemania Occidental. Luego emigré a la Argentina por una década y, más tarde, a los EEUU por la mayor parte de mi vida. Ahora, vivo en Pekín, China, desde el 2010. De profesión soy un programador (retirado) y recientemente me he reinventado como un podcaster del tema que siempre me atrajo: Roma antigua. elcuentoderoma.com // @westforeast

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